Santa Hildegarda De Bigen
Santa Hildegarda de Bingen, perteneciente a la Orden de San Benito, (Bermersheim vor der Höhe, Sacro Imperio Romano Germánico, 16 de septiembre de 1098-Monasterio de Rupertsberg, 17 de septiembre de 1179) fue una santa, compositora, escritora, filósofa, científica, naturalista, médica, polímata, abadesa, mística, líder monacal y profetisa alemana.Conocida también como la sibila del Rin y la profetisa teutónica.
Considerada una de las personalidades más influyentes, polifacéticas y fascinantes de la Baja Edad Media y de la historia de Occidente, es también de las figuras más ilustres del monacato femenino y quizás quien mejor ejemplificó el ideal benedictino, al estar dotada de una inteligencia y cultura fuera de lo común, comprometida con la reforma gregoriana y al ser una de las escritoras de mayor producción de su tiempo Además es considerada por muchos expertos como la madre de la historia natural. Aunque la historia de su canonización es compleja, diversas ramas de la Iglesia la han reconocido como santa durante siglos; el 7 de octubre de 2012, durante la misa de apertura de la XIII Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos, el papa Benedicto XVI le otorgó el título de doctora de la Iglesia junto a san Juan de Ávila En palabras de la filóloga Victoria Cirlot.
BIOGRAFÍA
Hildegarda nació en Bermersheim, en el valle del Rin (actualmente Renania-Palatinado, Alemania), durante el verano del año 1098, en el seno de una familia noble alemana acomodada. Fue la menor de los diez hijos de Hildeberto de Bermersheim, caballero al servicio de Meginhard, conde de Spanheim, y de su esposa, Matilde de Merxheim-Nahet, y por eso fue considerada como el diezmo para Dios, entregada como oblata y consagrada desde su nacimiento a la actividad religiosa, según la mentalidad medieval. De esta manera, fue dedicada por sus padres a la vida religiosa y entregada para su educación a la condesa Judith de Spanheim, hija del conde Esteban II de Spanheim y, por tanto, noble como ella, quien la instruyó en el rezo del salterio, en la lectura del latín aunque no le enseñó a escribirlo o, cuando menos, no con peperia en la lectura de la Sagrada Escritura y en el canto gregoriano.
Durante algunos años maestra y discípula vivieron en el castillo de Spanheim. Cuando Hildegarda cumplió catorce años, ambas se enclaustraron en el monasterio de Disibodenberg. Este monasterio era masculino, pero acogió a un pequeño grupo de enclaustradas en una celda anexa, bajo la dirección de Judith. La ceremonia de clausura solemne fue celebrada el 1 de noviembre de 1112 y en ella participaron Hildegarda, Judith y otra enclaustrada más, también infante. En 1114, la celda se transformó en un pequeño monasterio, a fin de poder albergar el creciente número de vocaciones. En ese mismo año, Hildegarda emitió la profesión religiosa bajo la regla benedictina, recibiendo el velo de manos del obispo Otón de Bamberg De esta manera continuó su educación monástica rudimentaria dirigida por Judith. Judith murió en 1136, con fama de santidad tras haber llevado una vida de mucha austeridad y ascesis, que incluía largos ayunos y penitencias corporales. Hildegarda, a pesar de su juventud, fue elegida abadesa (magistra) de manera unánime por la comunidad de monjas.
VISIONARIA Y ESCRITORA
Desde niña, Hildegarda tuvo una débil constitución física, sufría de constantes enfermedades y experimentaba visiones. En una hagiografía posterior escrita por el monje Teoderico de Echternach se consignó el testimonio de la propia Hildegarda, donde dejó constancia que desde los tres años tuvo la visión de «una luz tal que mi alma temblaba». Estos hechos continuaron aún durante los años en que estuvo bajo la instrucción de Judith quien, al parecer, tuvo conocimiento de ellos. Vivía estos episodios conscientemente, es decir, sin perder los sentidos ni sufrir éxtasis.
SU ÚLTIMA BATALLA
La última situación crítica a la que tuvo que enfrentarse Hildegarda aconteció en 1178, cuando su comunidad dio sepultura en el cementerio conventual a un noble supuestamente excomulgado. Por la imposición de esta pena eclesiástica, el derecho canónico prohibía su entierro en suelo sagrado. Se pidió a Hildegarda que exhumara el cadáver. Ella se negó e incluso hizo desaparecer cualquier rastro del enterramiento para que nadie pudiera buscarlo. Sostuvo que había sido reconciliado con la Iglesia antes de morir. Los prelados de Maguncia, en ausencia del arzobispo Christian, que estaba en Roma, pusieron en entredicho al monasterio. Por él se prohibió el uso de las campanas, los instrumentos y los cantos en la vida y liturgia de Rupertsberg. Hildegarda se defendió escribiendo una carta de rico contenido doctrinal, donde recogía el significado teológico de la música. Cuando regresó el arzobispo en marzo de 1179, se presentaron testigos que apoyaban la versión de Hildegarda y fue levantado el entredicho.
OBRA
Las obras de esta religiosa del siglo XII fueron escritas como la mayor parte de los escritos de su tiempo en latín medieval, salvo ciertas anotaciones y palabras que podemos encontrar en algunas de sus cartas y principalmente en sus obras relativas a la Lingua ignota, que figuran en alemán medieval propio de la región media de Franconia–Renania/Mosela. En su obra, ella misma acusó en variadas ocasiones su poca preparación en latín, pero por sus propias confesiones y sus hagiógrafos se conoce que su método de escritura comenzaba al escribir sus visiones y luego pasarlas a un secretario que corregía los errores y pulía la escritura.
TEOLOGÍA
El valor teológico de las enseñanzas de Hildegarda ha sido reconocido desde antiguo por la Iglesia católica en una tradición continuada hasta nuestros días.